El diario plural del Zulia

Estudios aseguran que el intestino es nuestro segundo cerebro

El órgano es el mayor responsable de la producción y almacenamiento de neurotransmisores, como acetilcolina, dopamina y serotonina

Los pensamientos e impulsos de vida de una persona se inician con la digestión. La doctora Iriana Matveikova, especialista en nutrición clínica y trastornos de alimentación, afirma que los intestinos son el segundo cerebro del cuerpo humano.

Para la experta, aunque en la anatomía y ranking de poder esté por debajo del órgano encargado de la razón y el pensamiento, esta cavidad tubular del estómago es “igual de salvaje, imprevisible y de uso más frecuente, ya que el cerebro digestivo lo utilizamos todos los días varias veces”.

Pese a que esta parte del cuerpo no es muy agradable por su extraña figura similar a la de una serpiente, el hedor que destila y los gases que produce, Matveikova, autora del libro Inteligencia digestiva, asegura que dentro de nuestras entrañas reposa un erudito, y su función neuronal es muy parecida a la de la actividad cerebral en la cabeza.

“El sistema digestivo posee una red extensa de neuronas, que se encuentra entre las dos capas musculares de sus paredes”, explica la experta con más de 25 años de experiencia. Añade que estas estructuras neuronales digestivas son idénticas a las cerebrales y también tienen la capacidad de liberar los mismos neurotransmisores, hormonas y moléculas químicas.

A toda esta maquinaria intestinal se le conoce como Sistema Digestivo Entérico (SDE), el término, de acuerdo con la nutricionista, está aceptado por la comunidad médica internacional desde hace 18 años, cuando Michael Gershon, profesor y director del Departamento de Anatomía y Biología Celular de la Universidad de Columbia, en Nueva York, y precursor de la nueva ciencia denominada neurogastroenterología, evidenció su existencia y funcionamiento, a través de la actitud y las conductas de las tripas humanas, por medio de un estudio que duró 30 años.

Matveikova se queda corta cuando esboza las bondades de la red de intestino delgado, dentro del cual llegan a situarse cerca de 100 neuronas. Detalla que “esto representa un número considerablemente mayor que las neuronas de la médula espinal”.

Lenguaje inteligente

El órgano de las tripas es una fábrica y la mayor responsable de la producción y almacenamiento de neurotransmisores, como acetilcolina, dopamina y serotonina. La gran mayoría de estas sustancias químicas son idénticas a las que se encuentran en el Sistema Nervioso Central (SNC). Por medio de ellas, reseña la doctora en su libro, se regulan nuestro ánimo, bienestar emocional y psicológico. Además, se constituyen un grupo de sustancias esenciales para la correcta comunicación entre las neuronas y el sistema de vigilancia.

La riqueza del idioma intestinal le permite ejercer sus capacidades y funciones neuronales. También le allana el camino para expresar sus propias emociones: “Sentimos con la tripa. Desde allí somatizamos las emociones y el estrés, presentimos e intuimos muchos hechos. Dentro de ella ocultamos los miedos y guardamos los recuerdos infantiles”, reseña sin tapujos la doctora.

Esto se evidencia en acciones que parecen simples, pero que en realidad son un llamado desesperado del organismo. De acuerdo con la experta en el sistema digestivo, las populares “mariposas en el estómago”, son una traducción de estas manifestaciones que se experimenta a través del sentir en las tripas. El aviso proviene del interior y por lo general se activa con intensas situaciones extremas o emocionales.

Hay un abanico de posibilidades a nivel sensorial, que van desde “el cosquilleo placentero hasta un nudo, un vacío o un dolor. Así nos habla el cerebro intestinal. El pobre, para atraer nuestra atención y generar alguna acción, tiene que gritar muy fuerte usando su lenguaje a través de episodios de diarrea, espasmos o náuseas”.

En el duro y constante proceso de la evolución, el cerebro intestinal le ganó la partida al órgano del raciocinio que existe en nuestra cabeza, a juicio de la nutricionista. Estas estructuras perfeccionaron el control sobre las funciones vitales y se adaptaron a las nuevas demandas y necesidades del cuerpo humano.

El progreso fue tal, que a parte de todos los cargos mencionados, su labor consiste en asimilar información sobre las nuevas sustancias químicas que pasan por su “aduana digestiva”. En la batalla, el segundo punto a favor lo toma porque el ser humano, fuera de decidir lo que se lleva a la boca, no tiene el más mínimo dominio de lo que ocurre en el cerebro intestinal, a diferencia del control que ejerce sobre sus pensamientos.

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