El diario plural del Zulia

Juan Rulfo, el hombre "sobrio" que dejó que su obra "hablase por él"

Con únicamente tres libros publicados, Juan Rulfo, de quien hoy se cumple el centenario de su nacimiento, dejó un legado de oro para la literatura mexicana; un logro que contrasta con su vida personal, en la que imperó la sencillez y en la que dejó que su obra "hablase por él".

Nacido en el sur del estado de Jalisco -en Sayula, según quedó registrado en su acta de nacimiento, aunque él aseguraba que había nacido en Apulco-, la infancia de Rulfo (1917-1986) estuvo marcada por dos tragedias familiares.

A los seis años sufrió la muerte de su padre, mientras que cuatro años después perdió a su madre, por lo que fue trasladado desde la población de San Gabriel, donde vivía, a un internado de Guadalajara, capital del estado.

El escritor y fotógrafo encontró su afición a la lectura entre las estanterías de la biblioteca del cura Ireneo Monroy, de las cuales extraía volúmenes de Alejandro Dumas, Víctor Hugo y Buffalo Bill, entre otros autores.

En uno de los actos de homenaje por el centenario, Juan Pablo Rulfo, uno de los cuatro hijos que el autor tuvo con Clara Aparicio, aseguró que a su padre le había gustado, como profesión, "vivir leyendo libros".

Sin embargo, los cargos que desempeñó Rulfo estuvieron en ocasiones muy alejados de la vertiente literaria. Entre otras ocupaciones, trabajó para la Secretaría de Gobernación -lo que le permitió viajar por el país- y en una fábrica de neumáticos.

Rulfo comenzó a publicar sus cuentos en las revistas "América" y "Pan"; la recopilación de estos y la suma de algunos inéditos dio como resultado que saliera a la luz "El Llano en llamas" (1953).

En 1947 comenzó a configurar la novela que sería "Pedro Páramo", entonces bajo el título "Una estrella junto a la Luna", que le llevaría años de trabajo hasta su publicación en 1955.

"Tanto en la literatura como en la vida, el autor optó por el ideal de la sobriedad y la concisión", afirmó hoy el profesor e investigador Antonio Garrido, de la Universidad Complutense de Madrid, en la presentación en la Ciudad de México del libro "Noticias sobre Juan Rulfo. La biografía", de Alberto Vital.

El investigador destacó que los dos polos del proceso de creación rulfiano son la construcción del personaje y, a continuación, la búsqueda de un argumento original.

Ello con la "renuncia al narrador omnisciente y autobiográfico", que se une al buceo en "la conciencia del personaje a través del estilo indirecto libre", apuntó Vital.

La trilogía narrativa del autor se completa con "El gallo de oro", escrita a finales de los 50, pero que no fue publicada hasta 1980, dado que vendió los derechos de la obra para que se hiciera una película.

Rulfo mantenía una relación cercana con el cine, y es recordada la anécdota de que un día Luis Buñuel le interceptó por la calle para decirle que él haría una película sobre "Pedro Páramo", a lo que el jalisciense contestó que eso no era posible, porque el director Carlos Velo ya tenía los derechos.

A la par que su labor literaria, el autor cultivó su faceta fotográfica, con la que, al igual que con sus textos, reflejó el México rural.

En 1960 tuvo una pequeña exposición en Guadalajara con poco más de dos decenas de imágenes, aunque su gran momento en este ámbito fue en 1980, cuando el Palacio de Bellas Artes capitalino acogió una de sus muestras.

El director de la Fundación Juan Rulfo, Víctor Jiménez, advirtió hoy, en el marco de unas conferencias sobre el jalisciense organizadas por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), que en este tipo de efemérides se corre el riesgo de que se dirija "más la atención a la persona que a lo que salió de sus manos", con lo que se queda el "hombre público sin obra".

"Rulfo decidió que su obra hablase por él", afirmó Jiménez, quien puso como ejemplo que lo que pensaba el escritor sobre la injusticia y la violencia "no está tanto en sus declaraciones como en su obra".

Resaltó que era un hombre "de enorme energía y claridad para entender todo", con una modestia inusual.

Jiménez afirmó que Rulfo sabía que su obra perduraría tras su muerte -que llegó el 7 de enero de 1986- y actuó "en consecuencia". Y no fue de otra forma que hacerlo "con la máxima sencillez", señaló.

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