El diario plural del Zulia

«Stranger Things» o la generación Netflix vs. HBO

A ese grupo heterogéneo que, habiendo nacido en el margen de unos 10 años, comparten gustos e intereses que van de una manera de hablar, pensar, caminar, peinarse y vestirse, entre otras cosas que incluyen algunos libros que marcaron época, mucha música y más cine (o menos cine y más música, según cada quien), y a una forma de relacionarse entre sí, entre ellos, con sus pares: a eso le llamamos generación.

Pero también incluye una forma de relacionarse con aquellos que no son como «ellos», los que no son de «su» generación, sus padres, sus maestros y todo adulto referente de la aburrida, achacosa y antipática autoridad.

Formar parte de una generación también puede implicar una forma de tratar a sus parejas y de expresar o no su intimidad, en público y en privado. De guardar unos modales, unas maneras, unas virtudes y un comportamiento público y ciudadano. De ser sumiso o apático, de rebelarse o no frente al poder. Y, no faltaba más, de construir un país, de destruirlo o de olvidarse de él.
Quedémonos en el rango del cine y de las series, de Netflix y HBO.

Esa generación que nació durante los primeros 5 a 6 años del siglo, y que hoy tiene entre 10 y 16, pero también los que nacieron a lo largo de los 90, está siendo educada, entretenida, distraída o las tres cosas, no ya con las sagas propias de los años 80, 90 y principio de los 2000, como StarWars, Indiana Jones, Back to the Future, Lord of the Rings y Harry Potter; Avengers, Batman, Superman, y todo el universo Marvel y DC; sino con la explosión de series de nuevo formato.

Es decir, con menos capítulos por temporada. No los más de 20 capítulos que tenían las primeras temporadas de Dr. House, sino los 13 capítulos de House of Cards, los 10 de Games of Thrones y Mr. Robot, o los 8 de True Detective y StrangerThings.
Aunque muchos nuevos talentos han aparecido en todos los sentidos, el principal ingrediente que caracteriza las series de la década de 2010 es el presupuesto que les permite garantizarse los mejores guionistas y, por supuesto, los grandes directores y los actores más talentosos y taquilleros.

Quedémonos con StrangerThings.

Una actriz de la nostalgia de final de los 80, dos directores nacidos a mitad de los 80, tres nerditos pasto perfecto del bullying escolar que, con unos 10 a 12 años en 1983, y esquinados por dos adolescentes también anerdados y otro adolescente, el típico perdedor-presumido-deportista-patán-cervecero-ignorante-estúpido y bobalicón-hacedor de bullying, junto a dos adultos, entre frustrados y fracasados, la mamá de uno y el jefe de la policía del pueblo; hacen un repaso magnífico de las influencias culturales, específicamente mucho rock, lo mejor del rock, del cine y los libros del momento.

Ah, y, no podía faltar, «011», Eleven, El. Con mucho, el personaje en torno al cual todo se desarrolla.

Lo más interesante de StrangerThings, a mi gusto, es que, con la cámara puesta en la mirada de los tres niños, se rinde culto a una generación que, como yo, nació a final de los años 60, pero también a quien nació a principio de los 70, y abrió los ojos al mundo a principio o mitad de los 80. Prueba de ese culto a los 80 son un «Allien», el Demogorgo salido de un juego, no de un juego de video, sino tridimensional, de cartón y plástico, y una niña-experimento-militar-gubernamental dotada que, en casi todo, alude al «E.T.» de Spielberg.

Todo sucede a final de noviembre de 1983. Curiosamente, un año antes de que nacieran los hermanos Duffer, creadores de StrangerThings.

Ronald Reagan lleva dos años en la presidencia, StarWars terminó su primera trilogía, la de verdad; y en la radio y ciertos sectores sociales sigue sonando el último álbum de The Clash, una de las grandes bandas de la década.

StrangerThings es una serie redonda y solvente, por eso tenemos que pedirle al buen dios que, salvo sorpresa en contrario, nos libre de la tentación de los Duffer por una segunda temporada ya que, como los políticos y casi cualquier ser humano, creadores, guionistas, directores y productores, y hasta los actores, no saben cuándo parar.

En cuanto al contrapunteo Netflix-HBO, no nos quejemos.

Ellos se quedan con su negocio, su dinero y sus premios: nosotros consumimos. Ganar-ganar. Mercado puro y duro. Ellos compiten en calidad y hasta en buen gusto, mientras nosotros escogemos entre Games of Thrones o StrangerThings. O nos quedamos con ambas.

 

 


 

El presente artículo pertenece a la columna «Cineratura» de la  tercera edición de la revista cultural Tinta Libre, publicada el 19 de agosto de 2016.

Lea también
Comentarios
Cargando...