El diario plural del Zulia

Más de tres genias… ¡negras!

«Basada en hechos reales», Hidden Figures me recuerda una infografía, no sé si de Pictoline, en la que comparaban qué tanto se ajustaba una lista de películas a las cosas tal como sí pasaron, y el resultado estuvo entre más de 60 por ciento de veracidad para alguna de ellas hasta poco menos de veinte por ciento para The Imitation Game, la del descifrador del «Enigma» computacional nazi durante la segunda guerra mundial.

El asunto es que, como cuando uno lee literatura, aquello de basado en hechos reales no es como para tomárselo muy a pecho, sobre todo cuando en una película las cosas salen tan a la manera de como salen las cosas en la lógica de una película.

De resto, puedo decir que, como película, amé Hidden Figures. No tanto como para quitarle el Óscar a Hacksaw Ridge, y menos si solo fuera para que no vuelva a darse el #OscarSoWhite de 2016. Pero sí como para dejarme el buen sabor del que a veces Hollywood también es capaz.

Lo que no es ni imaginado ni feliz es el racismo en el penúltimo país de América en abolir la esclavitud, y el sexismo, tan vigente, al parecer —grados más, grados menos— en todas o casi todas las sociedades humanas.

La humillación cotidiana frente al policía blanco, el profesor blanco, la bibliotecaria blanca, la intrascendente y opaca jefa blanca que se cree menos racista de lo que al parecer sí es, el mal jefe blanco, el jefe bueno blanco y hasta el buena gente blanco, como el astronauta.

En medio de más de una veintena de ellas, tres genias negras, tres mujeres matemáticas, tres computadoras humanas, cada cual con su temperamento y carácter, lidian con el drama, negocian el conflicto interno de un país que parece no tener ni un poquito de intenciones de curar su racismo; de un país que las deja al margen de toda civilidad, pero les exige y las usufructúa.

Una, la mayor, centrada, reconocedora de la autoridad, pero con la palabra certera a tiro, también conoce de máquinas, motores y herramientas. Otra, la más genial, en la que se centra el drama, con una belleza personal que incluye ternura y cierta inocencia, pero sin candidez, y con la suficiente fuerza de voluntad. La tercera, tan sensual como adrenalínica, es la combativa frontal de palabra fácil y, por tanto, la de carácter más débil.

Las tres están despiertas. Despiertas en el sentido que me gusta verlo: conscientes de todo.

En plena carrera espacial de los días de Kennedy, en 1961, tres mujeres excepcionales luchan contra el código de unos hombres que, además, son blancos, y ellas no. Por lo que tuvieron que esperar a que un presidente, el primer presidente negro de su país, le hiciera el reconocimiento, al menos a una de ellas, que siempre merecieron.

 


 

El presente artículo pertenece a la columna «Cineratura» de la  vigesimosexta edición de la revista cultural Tinta Libre, publicada el 01 de agosto de 2017.

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