El diario plural del Zulia

"¿Vos sois guajira?"

Acto I

Una niña trata de esconder los dientes al reír.

—¿Wayuú pia? Dice sí con la cabeza y cierra los ojos.
—Anachón pia. Sonríe de nuevo.

Habla wayuunaiki, reconoce esperanzado Avilio Mengual, su paisano.

Seis de cada diez niños se comunican en su lengua materna en Río Negro, un poblado alejado de Machiques de Perijá. Van a la escuela todos los días y las clases las dan en castellano. Si alguien tiene dudas, repiten algunas instrucciones en wayuunaiki.

La conversación de Mengual y la tawalita (hermano, en castellano) fue sencilla:

—¿Vos sois guajira?
Dice sí con la cabeza.
—Sois linda.
Sonrisa.

Mengual le hizo la pregunta a la pequeña porque la escuchó diciéndole a su hermana ven para arreglarte el cabello. La palabra «cabello» le llamó la atención. Halló diferencias lexicales significativas.

—Fíjate, ella habla las dos lenguas.

La teoría explica el acto I

La etnia wayuu está identificada con su mundo. Reconocen la importancia de la purificación de la niña que pasa a ser señorita, el sistema de compensación, su relación vital con la naturaleza y la presencia de ouutsü. Pero la globalización cultural amenaza con formar una única identidad, advierte la profesora indígena Rubia Luzardo, en su trabajo La construcción identitaria wayuu en su relación con la sociedad marabina.

—La cultura de origen no es para una persona su destino inexorable, sino su situación histórica original; situación que indudablemente la define como persona perteneciente a un mundo con sus propios códigos sociales, políticos, religiosos, axiológicos, genealógicos, entre otros, y que constituyen para ella la “herencia” desde y con la que empieza a ser (...).

Por tanto, el wayuu remonta su lugar de origen al de sus ascendientes matrilineales.

El hablar en lengua materna es esencial porque así expresan sus creencias y se explican el mundo.

Acto II

Gustavo y su abuelo son como el perro y su amo. Caminan siempre de la mano. Su relación es más que un nexo filial. El niño hizo de lado su vida para estudiar el comportamiento del señor.

Este vínculo se fundamenta en el intercambio de saberes. En ellos dos converge el pasado, el presente y futuro. Don José Ángel González nació, transmitió sabiduría, transitó con sensatez el camino de la vida, sorteó obstáculos, y ahora está en el tiempo de partida.

Es niño de nuevo.

Ahora, todo el saber lo herederá Gustavo.

Gustavo tiene cuatro años. No va a la escuela porque todo lo que necesita aprender deviene del abuelo. Todo cuanto hace es seguir a don José Ángel. Le copia su manera de dirigirse al otro. Come de la mano de su abuelo. Lo acompaña siempre. Si uno de los viejos de la comunidad tiene más de un nieto, hay uno que es el elegido.

Por eso, los valores étnicos son intocables, defiende Avilio Mengual, directivo de la Fundación Soy Tawala.

Acto III

La maestra wayuu afrancesada. La manta que viste Bety González es morada con tejidos autóctonos negros, blancos y fucsias. Rasgos acentuados. Color de piel oscura. Nariz gruesa. El cabello le cae del lado izquierdo de su rostro innegablemente wayuu.

Por su corte de cabello, es la maestra wayuu afrancesada.

Bety es hija de un pastor evangélico. Nació en Río Negro, donde vive entre lo wayuu y lo alijuna.

En el alma del wayuu vive Ma’leiwa, su Dios supremo, y otras deidades secundarias. Desde el punto de vista ancestral más estricto, no hay cabida para el Dios cristiano.

Sin embargo, para el investigador wayuu Manuel Román Fernández, ellos son producto de un pacto, no de la creación.

Mma —la tierra—, como madre antigua, es fecundada por jüya —la lluvia—, el padre de la fertilidad. Este binomio determina el nacimiento de los originarios de esta etnia, según su cosmovisión. Es justo lo que representa el baile de la yonna.

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