Una ración para el espíritu
La lucha de un padre y su hijo —de unos 5 años—, contra unos perros por unas bolsas de basura de los restaurantes adyacentes a la Iglesia San Antonio María Claret creó una imagen imborrable en las mentes de los parroquianos que hacen vida es ese templo. —Debíamos hacer algo—, le dijo María Alejandra Fernández, coordinadora de la Mesa de la Misericordia, junto con unos amigos al sacerdote del templo; esos amigos pedían ser parte de la solución de una realidad que aún se observa en muchas partes de la ciudad.
Entre reuniones y conversaciones largas, el proyecto no terminaba de arrancar, así que Fernández decidió ponerle una fecha inamovible, el 13 de febrero de 2017 y emprendió a organizar, con varias personas, cada elemento que hiciera falta ese día, desde el menú hasta unas tarjetas de invitación que repartieron entre algunos transeúntes de la zona y las cuales decían: —¿Quieres almorzar con nosotros?
Miércoles en la Claret
Es miércoles 20, previo a Navidad, y muchos de los voluntarios llevan gorros navideños y una sonrisa amable, sobre todo con los niños que asisten a la Mesa de la Misericordia, como se denomina la actividad. Esos niños representan la mitad de los asistentes.
Este día es atípico por el asueto navideño, pues los almuerzos los guardan en recipientes para que los comensales se los lleven a su casa, además, les dan juguetes a los niños, un cotillón y les dedican algunas gaitas en vivo gracias al grupo de pequeños cantores Los gaiteritos de tío Freddy. En ocasiones regulares, todos comen en el lugar. Aunque suena fácil decirlo en palabras
el trabajo que se realiza es titánico, ya que se hace cuesta arriba conseguir alimentos, productos de limpieza y aseo, medicinas; entre otros, en un país en crisis. Y precisamente ese es el motivo por el que un grupo de personas dedican —regalan— su tiempo y esfuerzo las mañanas de cada miércoles.
Mesa para todos
La generosidad es recíproca por naturaleza, pese a que nace sin la necesidad de ser retribuida, sugirió el escritor francés Hippolyte de Livry cuando dijo: “la generosidad no necesita recompensa; se paga a sí misma”.
Prueba de ello es Nilda Quero, una abuela que va con sus nietos a comer en la Mesa de la Misericordia y un día sintió la necesidad de colaborar.
Desde ese momento, ella es parte de quienes se encargan de cocinar los menús para unos 800 asistentes. —Aquí tenemos a muchos colaboradores: paramédicos del TeamReymyand Grace, peluqueros de Salvador, las niñas que se encargan de asear y alimentar a los bebés, estudiantes de Psicología de la URU; cada quien se ha sumado por cuenta propia y se ha quedado— dice Xiomara Rivas, otra voluntaria de “la Mesa”.
Todo lo que se ha logrado con el paso del tiempo responde a una ayuda de “ángeles invisibles”, como ellos los llaman: mesones en vez de mesas plegables, un techo en vez del cielo descapotado, cordones de seguridad para mantener el orden y walkietalkies para comunicarse con mayor efectividad.
De esta manera, ellos están a la par de una crisis que asciende cada día; con ayuda de empresas de esta ciudad, el apoyo de organizaciones internacionales como I love Venezuela y Venezolanos en Kendally el empeño de un ejército generoso que tiene un trabajo álgido y remunerado con su espíritu. —Nosotros hacemos esto conscientes de que debemos hacerle sentir al prójimo que vale, que es importante y que lo queremos.
Hay veces que más que un plato de comida, buscan una sonrisa sincera— explica Mariela Loreto junto con Arianna Teague, quienes han estado desde el principio ayudando a los invitados del miércoles o, como ellas le dicen, “los Lázaros”. —Todo se multiplica como Jesucristo lo hizo con los panes y los peces. Y hasta que tengamos vida, lucharemos porque sea así. Hay ángeles también por aquí, que ayudan a los demás desinteresadamente. De verdad, hay gente muy generosa— sostiene María Alejandra Fernández.