Trabajo infantil: la huella de la crisis en Maracaibo
Cada vez es más notorio ver a niños al frente de los puestos informales de Maracaibo. En el centro despachando plátanos o diversos artículos, en el Hediondito vendiendo gasolina y en buses como colectores.
La crisis alimenta el trabajo infantil. La necesidad obliga a los menores a sustituir los juegos por responsabilidades de adultos y convertirse en los proveedores de alimentos de su familia.
“A 15 bolos, a 15 bolos”, se escucha al pasar por los plataneros. “Aguanta, aguanta”, tras golpear el latón de los micros y buses, y “No acepto billetes de 100”, son algunas de las expresiones que vociferan los niños.
Jesús Hernández-nombre ficticio-, aseguró que estaba trabajando porque “no tenía nada que hacer en su casa”. Su baja estatura podría ubicarlo en los 11 años, pero en realidad tiene 15.
Era fin de semana, no tenía clases y decidió montarse en un autobús de la Limpia como colector, según relató. Su historia difiere de otras, donde los niños son forzados a trabajar diariamente por sus padres o representantes, o la de quienes se lanzan a la calle para llevar algo a su hogar.
No existen cifras sobre la cantidad de menores en las calles. El gobierno no ofrece las estadísticas desde el 2007, cuando el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) publicó que unos 800 mil niños trabajaban en Venezuela.
En el año 2007 se registró un total de aproximadamente 80.774 niños y niñas entre 10 y 15 años de edad incorporados a la fuerza laboral, ya sea en calidad de ocupados, o bien, buscando trabajo, sin asistir a la escuela en ninguno delos dos casos, según la Encuesta de Hogares, publicada en 2007 y citada por la Unicef, en el texto “No más trabajo Infantil” (2009).
Programas sociales como Scream (Supporting Children’s Rights through Education, the Arts and the Media o Defensa de los derechos del niño a través de la educación, las artes y los medios de comunicación, en español—, nació con el objetivo de educar a los niños de todo el mundo sobre el empleo infantil.
