Tolerancia, un abrazo a las diferencias
Hombres, mujeres —en su mayoría de 30 años en adelante— se desahogan y lloran buscando ayuda. “Necesitamos orientación psicológica”, dicen. Norberto Morán los recibe junto a un grupo de especialistas.
“Las personas que se nos acercan son comunes y corrientes en apariencia. Empiezan a tartamudear y, cuando uno les da en el punto, empiezan a manifestar su problemática”.
Norberto preside la Asociación Civil Fundación Ciudadanía Diversa (Ciudiver), que desde 2012 se dedica a la defensa de los Derechos Humanos de la comunidad sexodiversa en el Zulia.
La fundación busca educar a la población para sensibilizarla sobre el día a día de una comunidad, generalmente, marginada. El camino a la tolerancia, sin embargo, es pedregoso, porque a los integrantes de Ciudiver se les tiene prohibido ingresar a escuelas y liceos.
“A pesar de eso, he visto que hay chicos de la diversidad sexual que son bien acogidos en los diferentes grupos sociales que se conforman en los liceos. Los jóvenes ahora son más light”.
El enemigo interno
La homofobia interna es el peor enemigo de la comunidad sexodiversa, advierte Norberto, odontólogo jubilado, de 58 años de edad.
“Absorbemos la homofobia del entorno. Como somos cuestionados, discriminados, nos creemos todo eso y terminamos odiándonos a nosotros mismos”.
—Está bien que yo sea homosexual, pero no tengo por qué estarlo diciendo públicamente, los heterosexuales no hacen eso—, le comentó a Norberto un conocido.
—Cariño, discúlpame —le respondió él—, los heterosexuales hasta durmiendo, dicen que son heterosexuales, porque duermen con una mujer, tienen la foto de su novia, de su esposa o de su familia en el escritorio de su o cina. ¿No lo están diciendo?, ¡lo están gritando! Nosotros no hacemos eso.
Asumirlo, aceptarlo, vivirlo. Es lo que recomienda Norberto. Salir del clóset.
Un largo trayecto
Desde los 5 años, Norberto tuvo conciencia de que era diferente. Sus familiares cercanos —nunca su padre o su madre— trataron de corregirle posturas y amaneramientos; a veces lo regañaban porque le gustara una muñeca o un zapato de tacón. Nunca lo maltrataron.
En primer grado, a los 6 años, se sintió atraído por un niño con el que había hecho una gran amistad. Un buen día, en un arranque de espontaneidad, le dio un beso en la mejilla.
“No puedo decir que era amor erótico, porque apenas tenía 6 añitos. Pero el niño me llamaba mucho la atención. Se rompió la amistad, nunca más volví a saber de él. Fue un golpe muy duro a esa edad”.
Luego vino el bachillerato y el bullying. “La noche oscura”, llama Norberto a este período. Un día, harto del acoso, acusó a un compañero con su profesora de Biología. La respuesta de la educadora habló por la cultura de su época: “¿Quién te manda a ser tan debilucho, tan niña?”.
Desde ese día se encerró en el clóset. No le contó nada a sus padres para no mortificarlos. Y aunque ellos no le recriminaban su homosexualidad, no sintió la confianza para hablarlo con ellos.
Pasó por dos curas de sueño para superar una depresión que duró 20 años.
Cuando ingresó a la universidad, buscó ayuda psiquiátrica. Se consideraba un enfermo. Los especialistas nunca lo trataron como a un enfermo. Y le fue de gran ayuda.
Familia
Norberto tiene tres hijos. Mientras estudiaba Odontología, se enamoró genuinamente de una muchacha. Esta etapa de su vida genera un shock entre sus interlocutores con mucha frecuencia. ¿Es esto posible?
“Si bien es cierto que la homosexualidad es la orientación sexoafectiva de una persona hacia personas del mismo sexo, desde ese concepto yo no soy totalmente homosexual, sino más bien bisexual, porque me enamoro de mujeres. Obviamente, la tendencia mayor es hacia los hombres”.
Se casaron sin presión alguna. Ella conocía bien sus inclinaciones y las aceptó. “Es una de las mujeres que se enamoran de hombres así, que las hay”. Durante 20 años vivió una vida heterosexualizada.
La relación se rompió por las diferencias de criterio para criar a los hijos. Ella, estricta y dominante; él, más dócil y dispuesto a enseñarlos a tomar sus propias decisiones. Los tres son heterosexuales.
“Mis hijos crecieron sabiendo que su papá era diferente. Al principio les decía que era afeminado y poco a poco les fui introduciendo el tema de la homosexualidad. No tuvieron ningún problema. Al contrario, me apoyan, me ayudan. Uno forma parte del registro de Ciudiver, otro me ayudaba con las tareas en la web y el tercero con el voluntariado. Todos emigraron”.
Ciudiver
La vida de Norberto en el activismo empezó en 2004, con el fin de su carrera profesional. Incapacitado tras un accidente laboral, dedicó su tiempo libre a investigar en Internet sobre la defensa de los Derechos Humanos de la comunidad sexodiversa.
Así contactó en 2008 a la fundación Reflejos de Venezuela, con base en Caracas. Un matrimonio de lesbianas estaba a cargo. Norberto les propuso crear un capítulo zuliano, ellas aceptaron y le sugirieron contactar a Elías Romero.
La organización estaba sumamente centralizada, de modo que en 2012, Norberto y Elías, que ya tenían experiencia suficiente en el activismo, decidieron crear Ciudiver. Fue el 1 de diciembre de 2014 cuando finalmente lograron constituir legalmente la fundación.
“Introdujimos el acta constitutiva en un registro y nos la hicieron cambiar un montón de veces porque no podía aparecer la palabra homosexual, gay o lesbiana”.
Estas palabras tenían que estar obligatoriamente incluidas, ya que Ciudiver se proponía defender los derechos de la comunidad sexodiversa. Cambiaron de registro, y con el Plan de la Patria en mano, lograron franquear la discriminación institucional, que es su otro adversario.
“Ese Plan obliga a los funcionarios públicos a desarrollar estrategias de liberación y emancipación de grupos sociales especialmente vulnerables, como los grupos sexodiversos, mujeres, niños y adolescentes. Si esto aparece en el Plan de la Patria, ¿por qué no puede aparecer en mi registro?”.
Norberto, pese al vendaval que ha vivido, no guarda resentimientos. Reconoce que en la comunidad sexodiversa hay muchas personas resentidas. Él, sin embargo, eligió ayudar a sus semejantes y tratar de entender por qué el resto de la sociedad no los acepta. Está a gusto y en paz consigo mismo.
“Con una autoestima fortalecida, llegué al punto de pararme ante un auditorio a hablar abiertamente de la homosexualidad, a hablar de mi vida y a dar la cara por las personas homosexuales”.