El diario plural del Zulia

“No quiero volver a mi casa porque mi mamá me pega”

Dos mujeres ofrecen atención y comida al niño de 9 años, quien huye del maltrato de su madre

-Yo no quiero volver a mi casa.

-¿Y no te da miedo la calle?

-Sí, pero si vuelvo a la casa mi mamá me va a pegar.

José Ángel Madueño Ribas tiene dos semanas fuera de su hogar, en Villa Baralt. A sus escasos 9 años se mueve con destreza en la vía de Los Patrulleros.

No está perdido. Prefiere estar allí que en su casa, con su madre, Angélica, quien según cuenta el pequeño “le dice groserías y a veces le pega con mangueras y palos largos”.

El sol comienza a tostar su piel. A pesar de que no todos sus rasgos son indígenas, sus ojos revelan el parentesco con alguna de las etnias.

Duerme en uno de los estacionamientos de la zona, donde hay varios puestos de comida rápida. Allí pide perros calientes y le ponen comiquitas. Su cama es una lámina de anime con sábanas que recogió de la basura. Cuando le da frío se acomoda debajo de los puestos.

Manos protectoras

Ahora es que está gordito. Me da dolor verlo pedir dinero y recoger de la basura”, relata conmovida Gina Reyes. Desde hace 15 días cuida a José Ángel como si fuera su hijo, mientras trabaja junto a su hermana Emma en su local odontológico.

Las dos lo atienden. Le llevan su comida a diario, le dan ropa y lo bañan. “Por el día vemos de él. Que no pida, que nada le pase. Pero por las noches no estamos aquí y nos da miedo que algo malo le pase”, señala Gina.

El menor se niega a irse a la casa de las hermanas, porque en tres oportunidades su madre lo ha ido a buscar y no quiere que se lo vuelva a llevar.

“No le interesa su hijo”

Gina y Emma saben poco de la madre de José. Solo que trabaja como bedel en un colegio, cuyo nombre no quiso revelar; la mujer tiene dos hijos más, una niña de 6 y un varón de 2, además está embarazada.

“A ella no le interesa su hijo. Si está bien o si algo le pasó. Ya tiene dos semanas y no se ha preocupado por salir a buscarlo. Necesitamos ayuda para el niño. Que deje de dormir en la calle y estudie. Si la situación fuera otra me lo llevaría conmigo, pero es una responsabilidad muy grande”, admite Emma.

Pausadamente, José Ángel habla de lo que quiere hacer. De tanto en tanto se paraliza de pensar que “se lo lleven preso: “A mí me gusta estudiar. Quiero ir al colegio porque me dan comida. Yo quiero aprender”, dice.

La posibilidad de volver a casa lo aterra. “Si mi mamá no me pega más me voy”, responde dudoso mientras juega con las bolitas de gel que tiene en un vasito con agua, esperando que crezcan.

Durante un tiempo que no sabe determinar, el niño vivió con su progenitor, cuyo nombre no quiso revelar, en San Juan de los Morros, donde iba al colegio. “Mi papá me trata bien, pero una vez me trajo para que mi mamá y no me volvió a llevar”, prosigue el pequeño, con la mirada perdida.

En medio de lágrimas, mientras escucha el relato del niño, Gina asegura que él no es agresivo, como muchos otros pequeños que están en la calle. “Estamos a tiempo de rescatarlo para que no se pierda. Es un niño bueno y con modales”, reitera.

Las hermanas exhortan a las autoridades competentes a brindarle ayuda al niño, para que se le respeten sus derechos y viva en un lugar lejos de los maltratos de la mujer que lo trajo al mundo.

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