El diario plural del Zulia

“Mesa de la Misericordia” alimenta cuerpos y almas

Mientras espera en la cola, Elaine se saca el seno derecho para amamantar a Norbelis, su bebé de siete meses. Lo hace para engañar el hambre de su pequeña. Realmente no produce leche. Está desnutrida, al igual que la infante y sus otros tres hijos, que esperan impacientes probar el menú de la semana.

Adentro, en la iglesia San Antonio María Claret, en la parroquia Olegario Villalobos, voluntarios preparan un gigantesco caldo de costilla, que saciará el hambre de al menos 800 personas, la mayoría en situación de extrema pobreza y malnutridos.

Hace ocho semanas nació la “Mesa de la Misericordia”, de la iniciativa de un grupo de laicos pertenecientes a la pastoral familiar de la parroquia Padre Claret. María Alejandra Fernández, coordinadora del programa de ayuda, recuerda: “Una noche salimos de la iglesia y vimos cómo un hombre mayor con sus hijos se peleaba con unos perros por una bolsa de comida, frente a un restaurante cercano. Esa imagen quedó grabada en nosotros y decidimos que teníamos que hacer algo”.

La primera semana fueron 150, la segunda el doble y así fue aumentando el número de personas que asisten cada miércoles al comedor. La intensión es clara: disminuir la desnutrición que acecha a la población en estos tiempos, según Fernández.

Sincronizadamente, los más de 60 voluntarios se despliegan en las diferentes estaciones, donde a los comensales se les asean las manos, les cortan el cabello a quienes lo necesitan e incluso se les brinda atención médica y entregan los medicamentos.

Los alimentos son donados por los mismos voluntarios, empresas privadas y personas que no participan directamente en el comedor. Los platos se preparan en la pequeña cocina de la casa cural, “como si fuera para nuestras casas, porque le ponemos corazón y empeño”, asegura María Alejandra.

Alimento para el alma 

No solo el cuerpo recibe alimento en la “Mesa de la Misericordia”. Antes de disfrutar el plato de comida, María Alejandra ofrece una breve pero significativa catequesis de valores humanos cristianos, que ella denomina “una píldora de humanización”. Terminan con una oración y la señal de la cruz.

“Creemos que cada semana, con la repetición de nuestro mensaje, podemos rescatar valores como el respeto, la solidaridad y la verdad en estas personas. Sería bonito si cada parroquia de Maracaibo pudiera tener por lo menos un día de comida, porque frente a la situación que atravesamos debemos ser parte de la solución”, comentó Fernández.

Roberto, Rosbelys y David, de 2, 4 y 6 años, hijos de Elaine, tienen la piel tostada por el sol que a diario aguantan, mientras piden dinero en los alrededores de la parroquia. Terminan su sopa y se van junto a su madre. De nuevo a la calle, donde sobreviven y no comen más que “lo que consiguen”.

Sanando al cuerpo

En una camilla cargada por dos paramédicos, quejándose de dolor abdominal, ingresó al templo Lidia Londoño. Se desplomó en la la por el hambre. Su bebé, Harold, llora en brazos de otro paramédico. La semana pasada fue atendido por una fuerte erupción en la piel, que ha comenzado a sanar gracias a los cuidados del “Team Reymy Grace”, equipo conformado por 16 paramédicos que participan en la labor. Harold también tiene bajo peso para sus 12 meses.

Vanessa Reymy, líder y fundadora del equipo, coordina la atención de cada caso dentro de la iglesia. Asegura que la desnutrición y deshidratación son perennes cada semana.

Medicamentos para la hipertensión, diabetes e incluso epilepsia también son suministrados, en la medida de lo posible, cada semana a los pacientes. “Son medicamentos e insumos donados. Tratamos de colaborar con estas personas que no consiguen o no tienen cómo comprar sus medicinas”, explicó Reymy.

Lidia se incorpora, un suero intravenoso después. Toma su sopa y la comparte con su hijo. La la parece no ceder, a eso de la 1:30 de la tarde, entre más tazas de caldo se sirven. Niños, jóvenes, adultos y ancianos entran y salen del templo. Comen, agradecen y se van, hasta el otro miércoles.

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