El diario plural del Zulia

Fundación Tepichi Wayá alimenta almas pobres

Nery Pereira alimenta su espíritu mientras da de comer a otros. Está convencida de que sola no podrá erradicar la pobreza, pero sigue su labor por el bienestar de niños, desde recién nacidos hasta los 16 años, y ancianos sumidos en la desesperación por el hambre y la necesidad.

Fue hace 22 años, en 1994, cuando combinó su trabajo de repostería, cocina y manualidades en el oeste de Maracaibo, con la venta de medicinas naturales a domicilio en la Costa Oriental del Lago y el municipio Machiques de Perijá, ahí vivió de frente la situación de miseria en la que estaban muchos niños de los barrios, por eso le nació la necesidad de aportar en pro de salvaguardar vidas.

Empezó visitando a la prensa que la dio a conocer. “Fui de periódico en periódico llevando el mensaje y contando las historias de pobreza y enfermedad de muchos marabinos que conocí en el camino, a muchos se les logró conseguir ayudas económicas gracias a esas publicaciones”.

Desde ese entonces ha contribuido, no con lo que le sobra sino con lo poco que tiene para mantener en pie su fundación Tepichi Wayá, encargada de atender casos de niños y ancianos en extrema pobreza, sin condicionantes como el color de piel, la nacionalidad o la religión.

Para mantener activa la labor de la organización cuenta solo con el ingreso que logran adquiriendo alimentos a bajo costo; como pollo, carne, verduras, huevos y panes, especialmente de dos empresas aliadas, estos los preparan y ofrecen en jornadas de venta de comida rápida que organizan en distintos sectores de la ciudad. 

Con las ganancias obtenidas de esas actividades es que pueden comprar víveres que cocinan para donar entre sus censados. Llevar platos de comida es su máxima labor.

“Soy sensible a los problemas de los otros. Cuando visitaba las familias en la COL y veía que no tenían para comprar la medicina que necesitaban, se las daba porque sabía que después yo encontraría la forma de reponer el dinero. El que ayuda de alguna manera es recompensado”, cuenta Nery.

Doce voluntarios se le han sumado a la causa para recibir de dos empresas marabinas, alimentos que procesan y venden en jornadas por los barrios de la capital zuliana.

La activista explica: “Los domingos seleccionamos una zona, regularmente son los barrios El Samide, El Empedrao, Musical, Estrella del Lago, Raúl Leoni, Zulia, 12 de Marzo, Mi Esperanza, San Isidro, Modelo y Torito Fernández. Tratamos de mantener activas las visitas para llevar comida y medicinas a los hospitales de El Marite, Universitario y Noriega Trigo, porque allí se combina el hambre con la enfermedad”.

Incansablemente, cada fin de semana preparan platos con almuerzos para unos 180 niños y 80 adultos, porque Nery está convencida de que combatiendo el hambre, la pobreza y la miseria están contrarrestando la delincuencia.

“La inseguridad que nos acecha viene creada a partir del hambre y la necesidad. Nuestros niños están creciendo con resentimientos sociales porque son maltratados desde pequeños, no reciben educación familiar ni escolar, no tienen buena alimentación y en muchos casos deben comer de la basura o salir a las calles a pedir. La calle es una escuela para delinquir”, considera.

Agrega que “la inseguridad no se combate con patrullajes policiales esporádicos y comprando armas de guerra. La inseguridad se debe combatir desde aquí, solventando las necesidades básicas de la gente”.

Para Nery se rescatarían miles de niños propensos a la delincuencia si los entes gubernamentales junto con la empresa privada se abocaran a ayudar, generar empleo y seguridad social.

Han enviado innumerables cartas a los distintos entes estadales y municipales sin recibir respuesta pero no se cansan y es tajante al decir que “seguimos esperando que nos respondan porque somos pocos los dolientes y miles los afectados”.

“Necesitamos comenzar a dar amor porque quizás muchos no tengan para dar de comer pero la gente con una sonrisa sabe que no está sola, ese es un aliento para seguir adelante y superarse”.

La esperanza es lo último que se pierde aún con hambre, por ello dice que hay niños que esperan todos los días por la llegada del juguete que no recibieron en diciembre.

Tienen censadas 160 familias, pero se siente incapaz de decirle que no a quien toca la puerta de su casa pidiendo que comer, por ello hace malabares para ayudar mínimo con un plato de comida en el momento.

Invita a la empresa privada a abrir su corazón para crear un ambiente social estable en el que sus compañías puedan mantenerse productivas y ser capaces de generar empleo.

 

 

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