El ingenio y la alegría reinan en La Vereda del Lago
Los adultos son los más interesados en preparar a los niños, que a futuro serán el sostén de la sociedad. Desde esa premisa se parte para entender por qué Jesús Aguilar vigilaba el andar de su pequeña Victoria, por qué Andrea no puso mala cara cuando el pintacaritas le dijo que eran 500 bolívares por cada niño, y ella tenía tres.
Las familias, en medio de la situación país, tomaron sus cavas, llenaron botellas de agua, entre todos colaboraron para los dulces, y en familia le regalaron el mejor Día del Niño a los “reyes de la casa”.
La pequeña Eyuhanny Vargas se paseó por La Vereda del Lago de la mano de su padre. El lugar, a las 10:00 de la mañana, ya precia una feria; además de la masificación de infantes, muchas familias aprovecharon el encuentro para ofrecer agua, cepillados, bisutería, y hasta ropa y calzado.
El ingenio venía desde los pequeños; Frank Bracho, de solo tres años, ayudaba a su papá a vender helados. Se puso sus lentes de sol, que destacó habían sido obsequio de su madre, pero el padre rescató el discurso compensándolo con un vasito de mantecado.
En la familia Bastidas, la alegría la puso la pequeña Mariángel, quien detuvo su camino al parque para posarle al fotógrafo. Contó que ir a la Vereda fue el regalo que le pidió a sus padres, pues ahí se divierte manejando bicicletas, o balanceándose en el tobogán.
Creatividad familiar
La familia Urdaneta Morillo fue a La Vereda con dos objetivos, unir a la familia y vender los mejores y creativos carritos de paseo, todos hechos con botellas de refrescos plásticos, pintura y amor de familia.
Fueron un espectáculo, las personas se impresionaron por la capacidad de creación de esta familia donde mamá pinta, papá corta y distribuye, y los chamos de la casa dan forma a los carros.
La familia Molina llevó su marca de ropa para las más pequeñas. Las chiquitas de la casa desfilaban las prendas que también fueron vendidas en cantidades, en este parque. Toda la tarde reinaron la diversión y el ingenio.
