El diario plural del Zulia

Educación: El espinoso camino del niño con autismo

Autismo tipo II (moderado) fue el diagnóstico para Ángel Eduardo. En ese momento su mamá, Leisla Corrales, conocía la enfermedad por ser docente, pero jamás pensó en el recorrido escabroso que le tocaba caminar junto con su segundo hijo.

Son habitantes del sector Los Robles, de Maracaibo. Leisla y su esposo Ángel Martínez tienen sueños, como todo padre, de ver crecer felizmente a sus hijos. Para ellos la condición de Ángel Eduardo no es un impedimento; para la sociedad en general, incluyendo el sistema educativo del país, quizás sí. Estereotipos o etiquetas llevan como cruz los niños con autismo en el Zulia.

Si bien en el artículo 16° de la Ley de Personas con Discapacidad tiene contemplado que “no deben exponerse razones de discapacidad para impedir el ingreso a institutos de educación regular básica, media, diversificada, técnica o superior, formación profesional o en disciplinas o técnicas que capaciten para el trabajo”, el sistema educativo del país, a través de las instituciones, hacen caso omiso a esto, y no hay respuestas.

Desde que inició el año escolar 2015-2016, Ángel Eduardo no ha tenido la oportunidad de escuchar clases. La directora del Centro de Educación Inicial Ana Rosa de Morillo, perteneciente al Municipio Escolar N°3, en Maracaibo, “se lo ha impedido”, explicó Leisla entre lágrimas e impotencia.

“Nosotros reevaluamos al niño y existe una circular en el Ministerio de Educación –la 180– que dice que el niño por inmadurez, si su mamá está de acuerdo y el equipo está de acuerdo, pudiera repetir sala de 5 años, es el caso de mi hijo”, detalló Leisla. Apuntó que en junio del año pasado acudió a la institución y la directora le manifestó que esa circular no era válida para Ángel Eduardo.

“Ella me llevó a la Defensoría del Municipio Escolar, bajo engaño, presidida por la abogada Invonne Escorcia,
quien me dijo que mi hijo estaba loco y que buscara una escuela especial o pagara un tutor. Citaron al equipo multidisciplinario de educación especial, ellos verbalmente dijeron que tenía que ser reintegrado”, narró.

Explicó que acudió al plantel nuevamente y el ingreso de Ángel Eduardo volvió a ser negado, alegando que debía ser evaluado por el Centro de Diagnóstico, Orientación y Formación para la Diversidad Funcional (Cedof). Leisla sostuvo
una reunión con el Equipo de Integración Zulia (EIZ) y ordenaron la inclusión. “Cuando voy de nuevo en enero me dicen que no, que debe haber una autorización del Cedof”.

Condicionamiento sin ley 

A finales de diciembre, Leisla recibió un mensaje de texto del EIZ donde le manifestaron que el niño debía acudir con una tutora, para poder escuchar clases tres días a la semana. “Eso no existe, es condicionante”, expresó hastiada la madre.

Mientras tanto, Ángel se encuentra en casa perdiendo el año escolar. Los recursos de la familia Martínez Corrales no dan para pagarle a una tutora, y las autoridades le dan la espalda.

Negación

Padres zulianos han tenido que negar el diagnóstico para poder inscribir a sus niños en una escuela regular. “La discriminación es inmensa, con frecuencia no los quieren aceptar”, manifestó la psicóloga Ivonne Lachman.

La especialista argumentó que una vez los papás dicen cuál es el diagnóstico del infante, les niegan el cupo o se basan en diferentes excusas. “Dicen que solo aceptan un niño con necesidades especiales por aula o que hay que quitarle cinco estudiantes a la maestra por cada niño con Trastorno del Espectro Autista (TEA). Esto es falso, no hay ninguna ley que lo establezca”.

Desestimó la figura del tutor por no estar contemplada en la norma. Señaló que en su mayoría no necesitan esa figura y mucho menos medicarse. “Eso fue algo que instituyeron en las organizaciones y a algunos les funcionó, pero la tutoría no está en los lineamientos del Ministerio de Educación”.

La Fundación Voceros del Autismo, que funciona en el municipio San Francisco, atiende a 300 niños de otras circunscripciones, incluso de otros estados. Su presidenta, Mariana Aguilar, comentó que la situación es difícil para muchos padres que conocen el potencial de sus hijos y no quieren inscribirlos en escuelas especiales. “No queremos guarderías, queremos que ellos aprendan”, esbozó.

Andrea Núñez, psicóloga y especialista en aprendizaje, resaltó el vacío “grande” que existe en el país en cuanto a las escuelas especiales. “Están pensadas para personas que tienen capacidad de bajo funcionamiento y muchas veces los niños con autismo tienen grandes potencialidades como para ponerlos a hacer laborterapia, es decir, pegar papelitos, pintar o recortar”.

Padres como Abdénago Gutiérrez, Xiomara González, Leisla Corrales y Mariana Aguilar, han salido a luchar por sus hijos. Ellos son miembros de la fundación que dirige Mariana y reconocen que existen ángeles en el camino que han ayudado a sus hijos a crecer, pero también han tenido que aprender a seguir en contra de aquellos docentes, directivos y otros representantes que no han tenido voluntad para la inclusión, dando paso al rechazo y la ignorancia, sin darles oportunidades a niños que también sueñan con contribuir a la sociedad cumpliendo roles profesionales.

 

 

 

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