El diario plural del Zulia

Cocinar es un calvario por escasez de gas en bombona

Recarga de propano en negocios informales cuesta hasta 100.000 % más que en Pdvsa Gas. La empresa regula el despacho

Karelis Palmar, de 30 años, tiene 15 días cocinando en leña. El gas propano de la bombona se acabó y aún no logra recargarla. Su hijo, Elías Fernández, de 3 meses, tose. Los médicos dicen que tiene asma y el humo le hace daño.

Ayer, Karelis amaneció afuera de Pdvsa Gas, en la Zona Industrial de San Francisco. Llegó a las 3:00 a. m., desde El Marite, donde reside junto al pequeño Elías y sus otros seis hijos. A las 11:00 de la mañana la gerente de la empresa informó que no despacharían gas doméstico.

La multitud que también esperaba con bombonas en mano comenzó a disiparse enfurecida. Otro madrugón en vano. Desde hace un mes y medio, aproximadamente, el surtido del material
es intermitente y escaso.

“Aquí dejan de venderle al pueblo para surtirle a los revendedores que nos tienen arruinados”, comenta
Hugo Torres, de 73 años. Él también amaneció frente al llenadero de Pdvsa Gas. Vive en Sabaneta, detrás de la extinta cárcel, y asegura que en los 50 años que tiene en el sector, el servicio
por tubería es deficiente.

“Cuando llega, un kilo de arroz se tarda medio día en cocinarse”, relata. Entre los vecinos se colaboran,
cuenta Hugo. Se prestan las bombonas hasta que logran recargar o entre todos compran carbón y leña para cocinar los alimentos.

Sobreprecio En los negocios de recarga de gas particulares los precios superan el costo legal hasta 100.000 %, dependiendo del peso de la bombona. Por 10 kilos de propano los usuarios pagan hasta 50.000 bolívares en la calle, cuando en el llenadero el costo es de Bs. 50; la bombona de 18
kilos se consigue con los ‘estanteros’ -como se les conoce a los revendedo- res de gas- en 100 mil bolívares y en Pdvsa cobran Bs. 250; el envase más grande, de 45 kilos, tiene precio legal de 600 bolívares y lo revenden hasta en 250.000.

“Se aprovechan de la necesidad de la gente, porque saben que sea como sea tenemos que cocinar para
alimentar a nuestros hijos”, apunta María Martínez, de 40 años, otra de las personas que madrugó frente al llenadero.

Carga con dos bombonas de 18 kilos. Perdió el viaje y 10.000 bolívares que pagó en transporte, desde El Marite, por segundo día consecutivo. Otros grandes llenaderos en la Zona Industrial, como Gas Regina o Tony Gas están cerrados. No tienen producto para ofrecer al público.

En efectivo

Tanto en Pdvsa Gas, como en las ventas informales de propano, el cobro de las recargas es en efectivo.
Otro rubro cuya adquisición se hace cuesta arriba por la escasez del papel moneda.

“No aceptan transferencias y mucho menos tienen punto. Debemos brincar y saltar también para conseguir los billetes”, comenta Luis Morales. Su negocio de empanadas se está yendo
a pique porque no tiene gas para freír. Hace tres días no vende. Asegura que la gerente de Pdvsa ventiló ayer por la mañana que “hoy llegaría solo un camión con bombonas y que no habría más despacho hasta el mes de enero”.

“Si es así, no sé qué voy a hacer. Esto va para peor y tendré que dejar de vender”, lamenta Morales, sustento de su esposa y cinco hijos. En la cocina de Luis sale gas, pero muy poco. Freír con la ayuda de bombona agiliza el trabajo y multiplica la producción en menos tiempo.

Por fuera tampoco hay

Por fuera tampoco hay En la vía de Pomona hay dos conocidos negocios de recarga de propano.
Uno al pasar el puente del mismo nombre, sentido Centro-El Pinar, que lleva varios días cerrado, según los vecinos.

Del otro lado del puente, frente a la subestación de Corpoelec, está el otro local. El encargado, Carlos Sánchez, afirmó que hace 20 días no recibe despacho de los llenaderos.

“Tengo más de 500 bombonas vacías esperando por recarga y allá no nos dan respuesta”, indicó el revendedor. Con respecto a los precios, aseguró que “por los momentos no tienen costos establecidos”.

A diario, la empresa socialista les surtía entre 60 y 100 bombonas y la demanda incluso superaba esa cifra.

“Mucha gente viene a preguntar todos los días y se van con las manos vacías. Otros me dejan los envases hasta que me llegue, pero pueden pasar días aquí”.

Karelis, Hugo y María se fueron a casa ayer cerca del mediodía, con sus bombonas en hombros, carretillas y vehículos. Sus hijos aguardaban en casa por un almuerzo que estos debían resolver.

Otros usuarios más persistentes, como Luis, se plantaron en el lugar; pretendía dormir allí para ver si hoy tenía más suerte. “Tengo que buscar la manera de producir, si no mi familia no come”, sentencia.

 

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