El diario plural del Zulia

Clara hoy ve su cáncer como “una bendición”

Quien mira a Clara Hurtado a los ojos jamás pensaría que alguna vez su cuerpo casi colapsa por la presencia de células malignas.

Una sonrisa que deja escapar a cada minuto, y unos ojos brillantes llenos de vida, casi se apagan hace siete años, cuando tan solo tenía 23. Un diagnóstico cambió por completo su mundo y por momentos robó la energía de un cuerpo joven y con ansias de comerse el mundo.

“Todo comenzó durante un viaje a la playa. Presenté síntomas que en un principio ignoré porque siempre fui enfermiza, pero al final resultaba no ser nada. Mi abdomen comenzó a crecer extrañamente y conforme pasaban las horas más y más morados aparecían en mi cuerpo”, relató Clara.

datosversionfinalEn medio de la debilidad regresó a casa con la sensación de que algo no andaba bien. La travesía inició, vinieron infinidad de exámenes médicos que no lograban ofrecer un dictamen específico. Los valores estaban invertidos, las cuentas blancas en 125, la hemoglobina en 9 y bajando.

No existía ningún cuadro clínico, es decir no había fiebre, ni dolor, ni algún otro síntoma, pero con el pasar de los días el malestar se apoderó de su cuerpo y una vez internada en el Hospital Central de Maracaibo, notaron que su vientre seguía creciendo.

La incertidumbre permanecía, fue entonces cuando los estudios comenzaron a ser un poco más profundos, desde un ecograma, hasta un punzado de médula. El tiempo corría sin un diagnóstico certero, mientras los ingresos económicos de la familia bajaban al mismo ritmo que los valores de Clara.

Tras rodar por clínicas y hospitales, a Clara la remitieron al Hospital Universitario de Maracaibo, donde más de diez médicos analizaban su caso y luego de una tomografía determinaron que debían operar.

Ocho horas duró la operación, durante ella extrajeron un vaso dilatado que pesó tres kilos. La hemoglobina llegó a 4.

“Me recuperé rápido de la cirugía y pensé que ahí había acabado todo, que volvería pronto a la universidad y retomaría mi vida pero no fue así, esto apenas comenzaba”.

“Era un monstruo”

La biopsia reveló por n un diagnóstico: un Linfoma No Hodgkin Intravascular alojado en el hígado. Para Clara era un monstruo que le había dejado tan solo un 20 % de probabilidades de vida. Era la primera vez que este tipo de cáncer se registraba en el país, y le tocó a ella.

Los médicos que la trataron solo habían escuchado de casos como este en libros y para proceder buscaron apoyo en doctores de Alemania.

“El miedo de morir me invadía, pero a pesar de eso me mantuve fuerte una vez que lo asumí. Trataba de sonreír siempre y le hablaba a mi hígado para que sanara, así fue que logre vencer a ese monstruo”, aseguró Clara.

Vinieron las quimioterapias. El proceso no fue tan malo y ella aún sonreía, hacía bromas y mantenía el apetito, pero tras dos años de tratamiento los médicos decidieron hacer un trasplante de médula.

La Fundación para el Trasplante de Médula Ósea gestionó los trámites en tiempo record para que llegaran los recursos al país, y la operación se realizara en Ciudad Hospitalaria Dr. Enrique Tejera (CHET), en Valencia.

Según Clara su peor momento fue después del trasplante, cuando comenzaron a aplicarle quimioterapias de arrastre, mucho más agresivas. “A veces despertaba sintiendo que ya no quería continuar, le pedí al médico que ya no me tocaran más, perdí el norte. Estuve dos meses sin ver la luz del sol. Mis plaquetas llegaron a 106 cuando debían estar en 5 mil, tuve fiebre, diarrea, vómito, todo al mismo tiempo y durante dos semanas, pero Dios actuó y el día en el que ya todo me daba igual las plaquetas llegaron a 5 mil”.

“Nací de nuevo”

Clara no entendía lo que pasaba, escuchaba gritos de celebración y minutos después recibió la noticia que luego de un complicado examen de cuatro horas, llamado colangiografía percutánea transhepática (CTP) corroboró. Estaba sana.

De ese día han pasado cinco años. Los necesarios para saber clínicamente que la enfermedad no regresará a su cuerpo. Es el lapso promedio según los médicos.

“Es un privilegio estar viva. Lo primero que hice fue alabar a Dios. Gritaba como loca que estaba sana. El cáncer fue una bendición, porque antes de esto no valoraba la vida y por eso no me canso de pedir perdón a Dios.

Hoy con un cuerpo sano y miles de aprendizajes, Clara disfruta cada instante de las cosas más pequeñas que le ofrece la vida, desde un café hasta el aire que respira, pues tal y como asegura: “Tuve un antes y un después, yo nací de nuevo”.

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