El diario plural del Zulia

Casos de marasmo infantil se evidencian en el Zulia

"Tenemos cuatro días sin comer”, dice José Olano. Entra con su hijo José Atilio en brazos a lo que es el lugar donde residen desde hace una semana. Cuatro paredes de zinc agujereadas, por donde entran los rayos del sol, una cama cubierta por un pedazo de goma espuma, un bombillo y un ventilador es lo único dentro de la vivienda con pisos de arena que fue mojada para no levantar el polvo.

José Atilio tiene un año y cuatro meses. No camina, no habla; su desarrollo no es completo. Sus costillas sobresalen de su abdomen y sus ojos resaltan de la cara. José lo mantiene en los brazos. Jaime David, de 5 años, los observa. Javier Enrique, de 3, también. Ellos dos también forman parte de la familia. Son cinco vástagos en total. Violeta es la mayor, tiene 9 años y no se encontraba en casa. “Está acompa- ñando a su mamá que está embarazada de siete meses”, prosigue José.

Sugeidy Valencia tiene 9 años como esposa del joven albañil que apenas alcanza los 25 años. Ella tiene 27. Les ha tocado dejar a sus pequeños en casa de conocidos, mientras ellos duermen en la intemperie. Fue la comunidad de “Viviremos y Venceremos”, sector ubicado en el kilómetro 8, vía a Perijá quien les ofreció un terreno para que se cobijaran de la lluvia y del frío nocturno. José no lo pensó dos veces y con sus manos colocó las tablas para levantar las latas de zinc.

He trabajado de todo lo que me pongan a hacer desde que tenía 14 años. Ahora lo hago por mis hijos”, mientras habla, José fue interrumpido por Violeta. Ella llegó con dos panes salados en la mano. Sus hermanos le pidieron de inmediato. José tomó un pedazo para el pequeño José Atilio. Es lo primero que les caía en el estómago desde hace 96 horas.

El padre de familia comenzó hace poco más de 15 días a trabajar en la Alcaldía de San Francisco y todavía no ha recibido el primer pago. Esta institución lo ha ayudado con algunos exámenes que les han hecho a José Atilio. “Nos dicen que tiene problemas con las hormonas, pero no tenemos dinero para comprarle los medicamentos”, argumenta José.

Por las noches Sugeidy se acomoda en la goma espuma con sus tres varones. Violeta duerme en una hamaca y el padre descansa en el suelo arenoso. No tienen cocina, ni nevera. Solo las ganas de salir adelante dice el mismo José.

Prefiero estar con mis hijos que dejarlos por ahí. Ya encontraré algo mejor para ofrecerles”, mientras tanto ninguno estudia.

La delgadez de Jaime David también da cuenta de la pobreza extrema en la que se encuentran. Sin franela y descalzos se siguen comiendo el trozo de pan. Ellos no saben cuándo volverán a masticar.

Sin caminar

Oswaldo, de 2 años, está boca abajo en una cama improvisada por telas y colchonetas. Mira atento al equipo de Versión Final y se mete los dedos en la boca. Sus ojos están brillantes. No puede pararse porque no camina. Así lo dice Máyerlin de Vílchez, su madre. Tiene seis hijos. Los menores son los que más han sufrido los embates de la pobreza. Mientras lacta al pequeño Jorge, de tres meses, explica que en ocasiones comen arepa o pan solo.

Su esposo Gregorio sale a vender pan todos los días. De eso se sustentan. Pero no es suficiente para mantenerlos a todos y ella no pude trabajar porque sus pequeños están de cuidado. “Me da miedo cuando llueve o sopla fuerte no se vaya a caer la casa de latas”, donde se les mete el agua y entierran los pies en la arena ya sólida.

Milagros de tres años tiene hambre, se queja. Pide comida y agua. Gregorio desde su inocencia dice que él también tiene hambre. Máyerlin lo manda a callar. “Vos también tenéis hambre”, le esboza a su mamá.

La presidenta del Colegio de Nutricionistas del Zulia, Yeritza González, no puede hablar de cifras porque no hay. “Los niños ingresan a los hospitales con otras patologías como la neumonía, y eso es a causa de la desnutrición pero no lo colocan en el informe. No hay boletines con estos casos”. La especialista manifiesta que se están viendo casos severos de desnutrición en el Zulia. Habla de Kwashiorkor y marasmo. Niños que están con su piel pegada a los huesos por la falta de alimentación.

González destacó que hace algunos meses en un recorrido realizado por los hospitales de la región se constató que hay escasez de fórmulas que contribuirían a la recuperación de los niños desnutridos. Pequeños como Oswaldo y José Atilio que aún viven esperando un plato de comida.

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