El diario plural del Zulia

15 familias sobreviven en un inmueble patrimonial

Bajo un techo de madera robusta datan historias del siglo XIX. En el edificio Julio Áñez & Compañía, en pleno casco central, hace 122 años la sede administrativa de la firma del filántropo manejaba los ramos de ferretería, quincalla, efectos de marina, artículos eléctricos, fotográficos, de construcción y otros.

datosversionfinalLlegó a ser propiedad del general Venancio Pulgar y fue conocida como Los Almacenes. Desde 1894 se conoció como la sede de la firma comercial. En toda la Av. 5 Urdaneta, entre calles 99 Comercio y 100 Libertador se delata el olvido de los gobernantes ante la imponente edificación, pieza importante de la historia de Maracaibo. Una pieza olvidada e invadida.

Aquel color aguamarina que la hacía sobresalir se desmanchó por las marcas de los pies de indigentes sobre sus paredes, por el orine de los borrachos que transitan a toda hora por el Casco Central y hasta por la basura que se acumula en sus esquinas. “Ese edificio era la administración del Mercado, pero en los años 70 el gobernador Hilarión Cardozo dividió el edificio y lo vendieron. Una parte es de un propietario y otra de un condominio”, explicó Regulo Pachano, director del Centro Lía Bermúdez.

La historia indica que esta edificación perteneciente a nuestra herencia cultural; también es patrimonio. Pese al rescate que hicieron diferentes gobernantes sobre el Casco Central el edificio comercial no pasó por la lupa de arquitectos y reformistas. Se hizo invisible. Hoy allí se conviven 15 familias.

Historia empañada

En los balcones se ve la infancia que pierde su vista sobre un cable que contrabandea la electricidad del edificio. A las 12:00 del mediodía y en sus estómagos el agua sustituye al desayuno.

Se llama desde la puerta, pero los niños se esconden como si el diálogo no estuviera en su ADN. Se insiste hasta que un hombre con una botella de alcohol barato en la mano, responde: “Por aquí ve, chama, por aquí pasáis. Tranquila, nadie te roba”, suelta con picardía.

Una escalera oxidada delata los años de la construcción. Huele putrefacto, tanto que la curiosidad se enreda con las náuseas. Arriba se descubre la presencia de las cuatro niñas que antes miraban hacia abajo desde el balcón. “¿Ustedes viven aquí?”, no responden, prefieren llamar a su madre.

cifraversionfinalEl edificio sacude la memoria y en un ejercicio de pasado todo se ordena y limpia. Se pueden ver los locales, las máquinas de escribir, todo. El pensamiento se frena con la voz de Eriagnis Rangel, asombrada por la cámara, pregunta de entrada: “¿Son Misión Vivienda?”, No, le responde el equipo de Versión Final, y con desánimo insiste en saber qué nos llevó hasta allí. Luego, rearma la realidad actual. En su “pieza” se acomodan seis niños y tres adolescentes. En la lista está incluida ella, pues apenas tiene 14 años, dos de ellos viviendo ahí.

“¿Cómo vives aquí?” Abre la puerta de su casa. Muestra un colchón matrimonial, un televisor a blanco y negro y ropa que hace de cortina y división del cuarto. “El agua nos las da un señor que vive abajo. La luz nos llega por unos cables que hemos medio puesto”, cuenta. Las visitas de entes gubernamentales son esporádicas, y Eriagnis no ha podido siquiera censarse por un espacio mejor a éste, que reconoció ser del Estado. “Sé que nos pueden sacar porque esto es de la Gobernación, pero ni siquiera vienen a ofrecernos una casa”.

Mabel García hace arroz para sus seis hijos. No tenía más nada. “Solo comemos una vez al día”, expresa con pena. Los hombres rebuscan en el centro y las mujeres de algunas familias se quedan en casa con los niños, que en su mayoría no asisten a clases. Otras deben salir y dejarlos solos, porque de lo contrario no habrá comida. “Somos seis niños, cinco adultos y un bebé de dos meses. Desde el año pasado no sabemos lo que es comer carne y ni los pellejos de pollo porque valen mil 500 bolívares”, confiesa Amalia Montiel.

Las tuberías de aguas negras manchan aún más el espacio. Tienen un lugar determinado para lavar la ropa; los cables de electricidad están por el techo y por el piso. Las palomas, los insectos, los perros y gatos de la calle, todos se concentran en este territorio.

testimoniosversionfinalEl secretario de gobierno, Giovanny Villalobos destacó que todos los espacios del Casco Central son patrimoniales. “A las personas que por necesidad o por lo que fuese hayan tomado esos espacios, se les buscará la reubicación para preservar todo el patrimonio tangible del centro de Maracaibo”, aseguró.

Desde la Gobernación se planifica la recuperación de parte importante del centro para diciembre, liberarlo de la buhonería y rescatar lo cultural. “Haremos una especie de condominio, solamente se expropiarán aquellos edificios que no quieran someterse a esa regulación”, expresó. Y es lo que esperan Amalia, Mabel y Eriagnis; no un regalo sino una casa digna para el desarrollo de sus hijos. Sueñan con que puedan disfrutar de espacios que reviven en el Casco central de la ciudad de Maracaibo.

 

 

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